El profesorado universitario ¿Quien es buen profesor?


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El buen profesor lo ha sido, lo es y lo será con independencia del nuevo Espacio Europeo de Educación Superior, puesto que siempre tendrá las mismas cualidades. Basará su trabajo en lo que ya enunciara Antonio Machado, en su Juan de Mairena: amor y provocación, o, resumido por José Luis Sampedro (1998), que le guste dar clase y que provoque a los estudiantes para que piensen por su cuenta.

No basta con que el profesor esté bien formado en su especialidad, es preciso, como dice Emilio Lledó (2000), que sepa transmitir amor por lo que enseña, pasión intelectual, que opte por lo que señala Martínez Bonafé (2003), para quien no tiene sentido entrar en clase con la idea de sentar cátedra, sino convencido de la importancia de sembrar la duda y la prudencia.

Estas cualidades, junto al compromiso y a la esperanza freireanas, constituyen el fundamento de todo buen profesor. Pero no es esa la situación más común, sino la que viene descrita por las palabras de Miret Magdalena (2003, p. 39): «Se hace una oposición para ser catedrático en la universidad y no se le pide que sepa educar a los jóvenes, sino que sea un almacén de cosas. Nadie se preocupa de si las transmite bien o mal. Es muy importante que el profesor sepa hablar de la vida y sepa vivir lo que dice».

El profesor debería ocuparse, sobre todo, de enseñar a sus alumnos a aprender y a tomar iniciativas y, no a ser, únicamente, pozos de ciencia. No es esto lo más frecuente en nuestro panorama universitario, pues sigue siendo cierta la descripción de Escotet (1990, p. 215): «la misión de la Universidad, y en cierto modo del sistema educativo, ha quedado reducida a una acción de entrenamiento profesional, legítima, pero insuficiente, y en una buena parte de los casos, con más problemas que soluciones».

Se ha olvidado que el objetivo último de un profesor universitario es ser maestro de humanidad. La Universidad no debe ocuparse únicamente de formar profesionales, sino de ayudar a los estudiantes a aprender a aprender y a aprender a vivir.

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