Amor y educación: caminos para construir el sueño // Love and education: roads to build the dream


Diseño de Jose Palomero









Editorial

Amor y educación: caminos para construir el sueño // Love and education: roads to build the dream


Hablar de Amor y Educación es difícil, y hacerlo como eje central en una revista tan prestigiosa como es la Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado es un reto –también una oportunidad– para unir dos conceptos genuinamente básicos y humanos: educación y amor. Es complejo pensar y escribir sobre amor y educación, por eso agradezco a todos los autores y autoras que haciendo un gran esfuerzo le han dedicado tiempo para escribir en este monográfico. 

Solemos decir que educar es una transformación en la convivencia porque es en el espacio de convivencia donde el ser humano conserva o no lo que tiene de humano, ninguna emoción como el amor para lograr dicha transformación porque éste supone el respeto a las personas como legítimas personas en la convivencia. En este sentido, educar se convierte en un acto amoroso (MATURANA, 1994a) porque supone respetar a cada cual en su diferencia. También hemos tenido en cuenta la particular visión de cada autor y autora para pensar y escribir sobre amor y educación. Cada cual desde su particular visión nos ha aportado sus ideas y reflexiones. Gracias, muchas gracias.

Si el tema central de este monográfico es el Amor y la Educación, el propósito del mismo es orientar nuestros pasos en cuanto a cómo deben ser las relaciones entre el profesorado y el alumnado en el proceso educativo, para que unos y otros lleguen a ser personas que se respetan a sí mismas y a los demás. Hasta hace muy poco se pensaba que los seres humanos no éramos sentimentalmente educables y la educación en las emociones estaban en manos del azar y no de la razón. Hoy, sin embargo, sabemos que las emociones juegan un papel fundamental en los procesos de enseñanza y aprendizaje ya que inciden en el desarrollo cognitivo y metacognitivo, en nuestros sistemas de comunicación y en nuestras acciones. Por eso debemos orientar nuestras acciones hacia una educación centrada en el amor como la emoción que sustenta todo el proceso educativo. Una educación basada en la confianza, en el respeto, en la participación y en la convivencia.

Lo que aquí entendemos por amor no tiene nada que ver con ese concepto poético, religioso o filosófico con el que a veces se envuelve a aquél. El amor es un acto de confianza; no es una cosa, es un modo de vida y éste se inicia en la confianza desde la edad más temprana. La confianza entendida como esa actitud permanente que legitima a cada uno como es y donde, de entrada, está garantizada la aceptación de cada cual como es y no como nos gustaría que fuera. La confianza, así entendida, se convierte en el fundamento de nuestra convivencia. Los seres humanos nos enfermamos en un ambiente de desconfianza, manipulación e instrumentalización de las relaciones. La aceptación total trae la aceptación de sí y del otro que es el fundamento de lo social. Y aunque ciertamente sea muy difícil viviendo en un mundo de desconfianza como el que estamos viviendo, debemos procurar conseguirlo, y hemos de hacerlo, sencillamente porque es necesario. Cada vez que una persona respeta a otra, obtiene respeto; cada vez que acepta la legitimidad, obtiene legitimidad. Si no se vive en la confianza se vive en la hipocresía y en la mentira.

Nuestra concepción de amor está relacionada, simplemente, con el respeto a las personas como legítimas personas en su diferencia, independientemente del género, de la etnia, hándicap, religión o procedencia, etc. Sólo en el reconocimiento de las personas como personas, sin ningún tipo de añadido, radica el sentido de lo humano. Muy a pesar de ello sentimos que el mundo está enfermo, pero no es una enfermedad cualquiera la que padecemos, estamos aniquilando el mundo tanto en lo ecológico como en las relaciones humanas. La enfermedad del mundo es una ausencia casi total de lo más hermoso y genuino de los seres humanos: el amor.

No quisiéramos que estas palabras últimas desesperanzasen a los esperanzados, por ello estos pensamientos deben ser tenidos en cuenta sólo como motivo de reflexión, y en este sentido los planteamos. Más aún, no sólo como motivo de reflexión, sino también como elemento de cambio y transformación para que no nos dejemos arrastrar por pensamientos catastrofistas de que nada se puede hacer, inmersos como estamos, en la globalización y el pensamiento único, al contrario, quisiéramos tener el talante y la fuerza suficiente como para saber infundirles la energía necesaria en estos momentos para que las ideas y pensamientos de los diferentes autores que han participado en este número monográfico sobre Amor y Educación nos ayuden a recapacitar y lleguemos a la conclusión de que debemos salir de la inhumana situación en la que vivimos, despojándonos de todo aquello que nos ha conducido a la barbarie en la que estamos inmersos.

Lo que necesitamos hoy en día para recuperar lo que de humano ha perdido la humanidad es estar dispuestos a crear un mundo nuevo, un mundo de convivencia fundado en el respeto por sí mismo y por los otros. Un mundo humanizado donde se pueda llegar a ser homo amans viviendo como homo amans. Así de sencillo o así de complejo, porque lo más humano del ser humano es desvivirse por otro ser humano y no aprovecharse de él. Y en ese desvivirse por los demás, vivimos preocupados sabiendo que nuestras acciones pueden repercutir en ellas de una manera o de otra. Y en esta preocupación surge nuestro compromiso ético. No existe educación sin compromiso ético. Cuando hablamos de ética no hacemos referencia a cómo se ha de enseñar la libertad, la solidaridad, la tolerancia, la justicia, etc., sino a la incorporación de un enfoque ético en nuestras vidas.

Como consecuencia lógica de nuestro compromiso ético y sabiendo que de lo que se trata es de formar personas libres mediante el amor y la educación, nunca el conocimiento puede ser entendido y usado como un instrumento de dominación y/o enajenación. La educación es un modo de guiar la bondad, la verdad y la belleza. Pero como esos valores han sido desvirtuados como consecuencia de esta sociedad de la globalización y del pensamiento único en la que nos encontramos atrapados, convirtiendo al ser humano en una mercancía más, donde todo se compra y todo se vende, hasta el conocimiento, deshumanizándolo. Por eso hemos de reemplazar el conocimiento cosificado de la sociedad neoliberal por el amor como medio del progreso humano. En este sentido –nos recordará MATURANA (1994b)– que amor y conocimiento no son dos cosas alternativas, sino que el amor es el fundamento de la vida humana y el conocimiento sólo un instrumento de la misma.

Vivimos en una sociedad competitiva e insolidaria dominada por una cultura hegemónica segregadora y homogeneizante que establece “las normas de juego” donde las diferencias humanas son consideradas como defecto y lacra social y no como valor. El problema radica en saber cómo pasamos de una sociedad competitiva e insolidaria (excluyente) a una sociedad de convivencia solidaria. Definitivamente estamos en el umbral de una nueva cultura y de una nueva civilización; pero si a esta nueva civilización no le acompaña una nueva ética y una nueva actitud mental; es decir, una nueva cultura, ¿no estaremos asistiendo al ocaso de nuestra propia existencia como seres humanos?

Por todo ello, construir un mundo como el que deseamos en este monográfico implica vivir en coherencia con los principios éticos y morales del mundo que anhelamos. Es decir, aunque tal mundo no exista, en su construcción hay que vivir en los principios de aquel mundo, no en los de este en el que vivimos ahora. En cierto modo eso nos hace personas no siempre bien comprendidas, ya que pensamos –y vivimos– en el mundo como debía ser. No como es.

¿Y cómo ha de ser la educación en una sociedad donde se está perdiendo lo más humano del ser humano, como es el amor?

La educación que ofrezca la escuela de hoy, donde se está perdiendo lo más humano del ser humano como es el amor ha de ser aquella que no sólo enseñe valores, sino que se han de vivir estos valores; no hay que enseñar cooperación, hay que vivirla desde el respeto por sí mismo que surge en el convivir en el mutuo respeto. Nuestros hijos e hijas necesitan crecer en la confianza, en el respeto y en la convivencia, pero sin exigencias, sólo por el placer de compartir un proyecto común. Sólo así podremos construir el sueño de una sociedad más respetuosa y tolerante, más democrática, más justa y más humana.

Referencias bibliográficas

MATURANA, H. (1994a). Amor y Juego. Fundamentos olvidados del ser humano. Santiago de Chile: Instituto de Psicoterapia.

MATURANA, H. (1994b). El sentido de la humano. Santiago de Chile: Dolmen. 

MATURANA, H. (1999). Transformación en la convivencia. Santiago de Chile: Dolmen.


Miguel López Melero
Catedrático de Universidad
Universidad de Málaga
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REFERENCIA COMPLETA: López Melero, Miguel (2012). Editorial. Amor y educación: caminos para construir el sueño. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 74 (26,2) 11-14 • ISSN 0213-8646



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