Como he señalado en otro lugar, “Aunque la psicología y la pedagogía descubrieron hace mucho tiempo que los procesos educativos no deben pivotar exclusivamente sobre los objetivos disciplinares y académicos, es en el momento actual cuando la educación emocional está llamando poderosamente la atención de la comunidad científica. Y ello a pesar de que los centros de enseñanza continúan centrando su interés en la formación de la cabeza, olvidando casi por completo educar los corazones, prestar atención al mundo emocional, que tanto afecta a todos los procesos y espacios educativos. A pesar también de que la revolución emocional es una vieja reivindicación pedagógica: ya decía Neill, padre de Summerhill, que “la escuela enseña a pensar, pero no enseña a sentir”, que necesitamos “corazones, no solo cabezas” en la escuela; ya destacaba Rogers, padre de la psicología humanista, que “el aprendizaje que tiene lugar desde la nuca hacia arriba y que no involucra sentimiento o significación personal no tiene relevancia…”.
No nos cabe la menor duda de que el objetivo prioritario y fundamental de la educación es conseguir un desarrollo integral, armónico y equilibrado de la personalidad de niños, adolescentes y jóvenes. Lo vienen resaltando el psicoanálisis y la psicología humanista desde hace mucho tiempo. Hoy lo avalan también la psicología cognitiva y las neurociencias. Justamente por ello, no se puede dejar de lado el mundo emocional de nuestros estudiantes, que tanto influye en su comportamiento y en su desarrollo personal y social.
Sin lugar a dudas, las emociones de los alumnos y de los profesores están presentes en el aula, de manera que las mutuas interrelaciones emocionales pueden generar crecimiento de ambas partes, o también desgaste y sufrimiento en alguna de ellas, o en ambas. Por ello es fundamental conocer cómo se procesan las emociones, cómo evolucionan, cómo se expresan, cómo se controlan, cómo se desarrollan las emociones positivas, cómo se previenen los efectos perniciosos de las negativas, cómo se promueve la automotivación, qué papel juegan las emociones en el aprendizaje y en el mundo de las relaciones interpersonales, cómo aprender a fluir, cómo adoptar una actitud positiva ante la existencia…
En este sentido, es necesario insistir en que el profesor no sólo tiene la obligación de conocer las materias que explica y los correspondientes métodos de enseñanza/aprendizaje, sino que debe ocuparse también de comprender a los estudiantes, de interesarse por su mundo de la vida, por su espacio vital: es decir, por lo que viven, por sus emociones, por lo que sienten. Es importante que los profesores se interesen por el alumno como persona global y no sólo por lo que aprenda o deje de aprender en el aula. Es necesario que confíen en los estudiantes, que nos les juzguen arbitrariamente, y que vivan actitudes constructivas que favorezcan su aprendizaje y sus procesos de crecimiento y desarrollo personal y social.
Por todo ello, la educación emocional es también fundamental para el profesorado, debiendo estar presente en sus procesos de formación inicial y permanente. Es necesario promover una formación integral de los profesores, que favorezca su crecimiento en habilidades de vida, en toma de conciencia, en nivel de madurez, en equilibrio afectivo, en capacidad para discernir y para tomar decisiones. Que favorezca la prevención del estrés, la depresión y los conflictos. Que les permita aprender a ser y a estar, para que de esta forma crezcan en inteligencia emocional, en habilidad para conducir sus propias vidas, en empatía, en capacidad relacional y de ayuda; y en comprensión de los procesos relacionales y de los fenómenos transferenciales que, inevitablemente, se producen en el aula.
Sin lugar a dudas, buena parte de los males del sistema educativo hunden sus raíces en un analfabetismo emocional. De ahí la necesidad de promover el desarrollo de competencias emocionales en toda la tribu escolar.
La educación emocional: una revolución pendiente. Algunas referencias
- Más allá de la educación emocional. La formación para el crecimiento y desarrollo personal del profesorado (María Rosario Fernández Domínguez)
- La inteligencia emocional en el currículo de la formación inicial de los maestros (María Pilar Teruel Melero)
- La Educación emocional en la formación del profesorado (Rafael Bisquerra Alsina)
- El desarrollo socioafectivo en la formación inicial de los maestros (María Rosario Fernández Domínguez, José Emilio Palomero Pescador y María Pilar Teruel Melero)
- Desarrollo de la competencia social y emocional del profesorado: una aproximación desde la psicología humanista (Pablo Palomero Fernández)
- La crisis de fondo está en la educación (Eduard Punset)
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