La imposición del globish como lengua internacional de trabajo
Se lamenta Juan Goytisolo, en la Tribuna del periódico EL PAÍS de 21 de enero 2012 (recogiendo los trabajos de Ananda K. Coomoraswany), del avasallamiento de las culturas juzgadas inferiores por el progreso tecnocientífico de Europa y Estados Unidos. Se lamenta en particular del olvido forzado de numerosas lenguas de Asia, África, Oceanía e Indoamérica, cuyo vocabulario de uso cotidiano, que ascendía a más de 3.000 vocablos, ha sido sustituido por un inglés estándar de 500 o 600 palabras, en su mayoría de una o dos sílabas; por un inglés utilitario, por una especie de lingua franca, unidimensional y pobre en matices, puesta al servicio de los intereses económicos de la globalización, pero que no garantiza la capacidad de leer una página impresa entendiendo las ideas que contiene y expresa. Destaca Goytisolo que la conclusión de Ananda K. Coomoraswany es inquietante: sabemos hoy más y más cosas, pero cada vez menos importantes (Pulsar aquí para leer el artículo de Juan Goytisolo completo...)
En línea con lo anterior, el profesor Pablo Zambrano Carballo comenta, en "La deriva de la Universidad", publicado en EL PAÍS de 27 de enero 2012, que el avasallamiento de numerosas lenguas asiáticas, africanas u oceánicas por versiones reducidas de las llamadas "lenguas de cultura", invita a reflexionar sobre uno de los múltiples factores perniciosos que contribuyen a la deriva universitaria: la imposición del globish, es decir, de un inglés básico, global y utilitario, de alrededor de 1.000 palabras, como lengua internacional de trabajo. De esta guisa, para nuestras autoridades académicas, el hecho de que un artículo o una monografía sobre Joyce, Balzac, Dante o Lorca estén escritos en inglés se ha convertido en criterio de calidad per se, independientemente en muchísimos casos de la profundidad y calidad del contenido. En este sentido, el profesor Zambrano destaca que no entendemos de que va el discurso oficial de convertir el español en lengua internacional si, cada vez más, se nos conmina a redactar nuestros trabajos no ya en francés, alemán o inglés, sino en globish (Pulsar aquí para leer el artículo completo de Pablo Zambrano Carballo)
Se lamenta Juan Goytisolo, en la Tribuna del periódico EL PAÍS de 21 de enero 2012 (recogiendo los trabajos de Ananda K. Coomoraswany), del avasallamiento de las culturas juzgadas inferiores por el progreso tecnocientífico de Europa y Estados Unidos. Se lamenta en particular del olvido forzado de numerosas lenguas de Asia, África, Oceanía e Indoamérica, cuyo vocabulario de uso cotidiano, que ascendía a más de 3.000 vocablos, ha sido sustituido por un inglés estándar de 500 o 600 palabras, en su mayoría de una o dos sílabas; por un inglés utilitario, por una especie de lingua franca, unidimensional y pobre en matices, puesta al servicio de los intereses económicos de la globalización, pero que no garantiza la capacidad de leer una página impresa entendiendo las ideas que contiene y expresa. Destaca Goytisolo que la conclusión de Ananda K. Coomoraswany es inquietante: sabemos hoy más y más cosas, pero cada vez menos importantes (Pulsar aquí para leer el artículo de Juan Goytisolo completo...)
En línea con lo anterior, el profesor Pablo Zambrano Carballo comenta, en "La deriva de la Universidad", publicado en EL PAÍS de 27 de enero 2012, que el avasallamiento de numerosas lenguas asiáticas, africanas u oceánicas por versiones reducidas de las llamadas "lenguas de cultura", invita a reflexionar sobre uno de los múltiples factores perniciosos que contribuyen a la deriva universitaria: la imposición del globish, es decir, de un inglés básico, global y utilitario, de alrededor de 1.000 palabras, como lengua internacional de trabajo. De esta guisa, para nuestras autoridades académicas, el hecho de que un artículo o una monografía sobre Joyce, Balzac, Dante o Lorca estén escritos en inglés se ha convertido en criterio de calidad per se, independientemente en muchísimos casos de la profundidad y calidad del contenido. En este sentido, el profesor Zambrano destaca que no entendemos de que va el discurso oficial de convertir el español en lengua internacional si, cada vez más, se nos conmina a redactar nuestros trabajos no ya en francés, alemán o inglés, sino en globish (Pulsar aquí para leer el artículo completo de Pablo Zambrano Carballo)
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