Número 72 (25.3) DICIEMBRE 2011
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EDITORIAL
Una vez más, la AUFOP se complace en sacar a la luz un nuevo número de su órgano de expresión, la Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado (RIFOP). Llegamos al nº 72, el que tienes en tus manos, estimado lector.
Una vez más, la AUFOP se complace en sacar a la luz un nuevo número de su órgano de expresión, la Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado (RIFOP). Llegamos al nº 72, el que tienes en tus manos, estimado lector.
El monográfico que podrás leer en sus
páginas trata de un tema que no podíamos soslayar: la integración
latinoamericana. Urge ceñir a los países de lengua hispana en un círculo
geopolítico capaz de hacer frente a su futuro. Si desde Bolívar se soñó con
este objetivo, en la actual época de la globalización no sería justo dejar de
hablar de este tema tan candente. Por eso, esta revista se ha sentido obligada
a dedicar el presente número a reflexionar sobre la integración de América
Latina y del Caribe (ALyC). Pero nuestro deseo no consiste en escribir sólo
sobre la necesidad de la unión socio-económico-política de los 33 países que se
desgranan desde México a la Patagonia, atravesando el Caribe y las Antillas;
sino también en describir su relación con la creación de un espacio común y
latinoamericano de conocimiento. Se trata, en definitiva, de proponer como
debate ante un público docente y universitario la conexión de dos sustantivos,
Universidad e integración en el ámbito de ALyC. He aquí la razón de ser del
monográfico que, así enunciado, consideramos que se entronca adecuadamente en
el seno de una revista, dedicada a la formación del profesorado, principalmente
universitario.
La conquista de la integración admite
prudentemente un recorrido paciente e histórico que se desliza desde el simple
anhelo de la conexión a la unión integral, pasando por los distintos campos de
la economía, de la cultura y de la política. A veces se la ha confundido con la
internacionalización de diferentes y accidentales actividades, aunque siempre
el objetivo perseguido fuera o sea, de una o de otra manera, el enunciado por
Simón Bolívar en los inicios de la independencia: “fundar una sola nación con
un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo”, como lo dejó
plasmado en la Carta de Jamaica, escrita en 1815. Nosotros añadiríamos que el
revulsivo de ese vínculo puede y debería proceder del seno amoroso
de la unión entre universidades latinoamericanas. De esta manera, el cometido
de nuestra labor universitaria podría concentrarse en torno a la fórmula U+I,
es decir, trabajar por una Universidad que estudie e interprete esos estudios
desde la mirada de la Integración humana de los pueblos latinoamericanos.
¿Serviría este dual empeño para que
una decena de intentos integracionistas, en buena parte frustrados, cuajaran
definitivamente en una entidad aglutinadora y plenamente aceptada por los
habitantes del Subcontinente americano? Ojalá. La media docena de artículos que
cruzan estas páginas quieren contribuir a la consecución de esta noble meta.
Lejos quedarían los proyectos ALALC de 1960, el GA de 1966, el proyecto CAN de
1969, el CAF de 1970, el OFTA de 1978, el ALADY de 1980, el MERCOSUR de 1991, el ALBA de 2004, el ALCA de 2005 y el UNASUR de 2008.
Finalmente, saludamos con entrañable
esperanza las fechas del 2 y 3 de diciembre del presente año de 2011, en que se
fundó, en la Cumbre de Caracas, la Celac
o Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
El acuerdo de su creación data del 23
de febrero de 2010, en Playa del Carmen, México, como una
continuación del Grupo de Río y la Cumbre de América Latina y El Caribe.
Algunos piensan que la Celac será la culminación de un proceso de
integración que tuvo su punto de partida en 1824 con la convocatoria de Bolívar
al Congreso de Panamá para crear una federación de las recientemente
independizadas repúblicas: La Gran Colombia, como Francisco de Miranda (1750–1816) proponía que se denominara la única nación americana, resultado de esa
unión.
La Celac será la heredera de este
propósito, ya que agrupará a los países del continente sin EE. UU ni Canadá, a
diferencia de lo que ocurre en la OEA. Sus componentes son los países latinoamericanos
con Brasil y los Estados del Caribe, recientemente independizados, llegando a
agrupar a 33 Estados, 550 millones de habitantes y un PIB de seis billones de
dólares.
Si este último eslabón cuaja, sin presiones foráneas, ALyC habría conseguido sentar su presencia en un mundo donde el policentrismo, al decir de Ulrich Beck, marca una necesaria característica para lograr el equilibrio político de este atormentado planeta. Habrá que convencer, sin duda, a los defensores de la OEA y a otros varios líderes americanos cuya adhesión a la Celac no está exenta de ambigüedades.
El Consejo de Redacción
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