"La universidad constituye un espacio de privilegio para colaborar en la eclosión de otros mundos posibles, centrados en la promoción directa de bien común. En su lugar, se encuentra sumergida en procesos que la desnaturalizan y en tal grado contraproducentes, que puede ser concebida como la Universidad Absurda. En paralelo, los movimientos sociales surgen mucho más cercanos del anhelo de bien común, con una densa experiencia de acción. La confluencia de universidad y movimientos sociales pueden abrir una puerta a la esperanza de un engendro mixto, potente y decididamente orientado al mundo mejor necesario" (Vicente Manzano-Arrondo y Azril Bacal Roij).
En este post se ofrece una primera versión, en formato blog, del artículo titulado "Astra-Gernika: de Fábrica de Armas a Centro Social Autogestionado" correspondiente al número 80 (28.2) Agosto 2014, de la Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado. Su autor es Zesar Martínez
Astra-Gernika: de Fábrica de Armas a Centro Social Autogestionado
Astra-Gernika: from a weapon factory to a Self-Organized Social Center
Zesar Martínez (1)
Resumen
El objetivo de este trabajo es presentar una reflexión sobre los aportes que puede realizar la universidad en la facilitación de procesos de conciencia política y de fortalecimiento del protagonismo de sujetos sociales. Astra es un proceso de los colectivos populares de Gernika para recuperar una antigua fábrica de armas, una experiencia que ha contado con el apoyo facilitador de un equipo de la Universidad del País Vasco.
En esta experiencia estamos aprendiendo sobre la importancia de facilitar procesos que permitan construir poder desde abajo, para que las propuestas y prácticas políticas emancipadoras tengan capacidad de disputar el poder político a los lobbys de las élites económicas, políticas y tecnocráticas. También estamos aprendiendo la importancia de una práctica que no pretenda protagonizar el saber, la verdad y el proceso político sino, atendiendo a las propuestas de la Educación Popular o la Investigación-Acción Participativa, una práctica que centre sus esfuerzos en facilitar la participación de forma amplia y plural, para llevarla a buen puerto y poder decidir en procesos de protagonismo colectivo popular.
Abstract
The aim of this paper is to present some ideas about the potential contribution universities can make to processes that strengthen political consciousness and social agents’ leadership. ASTRA is a project of several grassroots groups in Gernika, meant to recover an old weapon factory and turn it into a social center; this project has been supported and facilitated by a team from the University of the Basque Country.
Throughout this project we are learning about the importance of facilitation processes for constructing power from below. These processes strengthen the capacity of emancipatory projects and alternative political practices to challenge the political power of the lobbys of economic, political and technocratic elites. By attending to suggestions derived from Popular Education and Participative Action Research, we are also learning about the importance of academic practices that don’t intend to lead the political process, the production of knowledge, or the definition of truth, but rather facilitate plural participation and help consolidate a point of departure for decision making in popular and collective proceedings.
Palabras clave
Poder político, Participación popular, Auto-organización comunitaria, Institucionalidad, Disputa, Hegemonía
Keywords
Political power, Popular participation, Community organization, Public institutions, Dispute, Hegemony
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Astra-Gernika
Astra es una experiencia protagonizada por los colectivos y asociaciones del municipio de Gernika (16.920 hab.), para recuperar una antigua fábrica de armas cerrada en 1998 "Astra Unceta y Cia." y crear un espacio abierto a los gerniqueses, gerniquesas y sus iniciativas sociales y culturales. Tras diferentes ocupaciones, desalojos y movilizaciones, la realización de diferentes procesos participativos, convocados por los propios colectivos sociales con el apoyo facilitador de un equipo de la Universidad del País Vasco, ha posibilitado que la antigua fábrica Astra sea hoy en día un espacio público y comunitario auto-gestionado por los colectivos populares.
El proceso de recuperación se inició en 2005, con la movilización y ocupación del edificio por parte de la asamblea de jóvenes y de grupos culturales de Gernika. Se ha desarrollado a través de tres procesos participativos abiertos a la ciudadanía de Gernika, y a la diversidad de asociaciones del pueblo: Kilometro 0, Kilometro 1 y Kilometro 2, desarrollados entre 2006 y 2012.
El motor de todo el proceso han sido los/as activistas integrantes de diferentes colectivos y asociaciones de Gernika, que a su vez demandaron a la Universidad y a las instituciones públicas diferentes niveles de apoyo y colaboración. Se trata, por tanto, de una experiencia socio-política que conjuga diferentes elementos de interés: parte de la iniciativa de colectivos sociales, que son los que convocan y dinamizan procesos participativos abiertos a la ciudadanía (y a todo el tejido asociativo), para ir articulando y fortaleciendo redes sociales amplias y diversas, que van permitiendo establecer una interlocución con las instituciones públicas suficientemente legitimada para que la iniciativa popular sea respetada y apoyada. Las instituciones han dejado hacer (en una relación no exenta de dificultades y tensiones), y han apoyado económicamente, financiando la rehabilitación y el mantenimiento del edificio.
Astra es hoy en día un espacio auto-gestionado por la Coordinadora Astra, que incentiva la participación directa de la ciudadanía y el tejido social en la gestión de un espacio público y comunitario. Su programación y dinámica de trabajo incluye actividades culturales, jornadas y espacios de debate, e iniciativas que promueven la participación política y la democratización popular del espacio público.
El largo periodo de colaboración entre los diferentes agentes que han protagonizado este proceso ha permitido profundizar en los aprendizajes mutuos y la transmisión de habilidades y conocimientos. Un ejemplo de ello es que la dinamización de asambleas y procesos participativos, así como la sistematización de la información y el conocimiento que se genera en los mismos, es realizada de manera autónoma por parte de la Coordinadora Astra.
Esta experiencia ha facilitado aprendizajes y aportes que pueden resumirse de la siguiente manera: el apoyo mutuo, las sinergias y la interlocución preferente entre iniciativas populares, universidad, y administraciones públicas, permite construir espacios y dinámicas comunitarias para la satisfacción de necesidades sociales. Es decir, el trabajo conjunto entre esos agentes permite poner en marcha dinámicas y lógicas comunitarias de apoyo mutuo, intercambio, interdependencia y trabajo no competitivo sino colaborativo.
Así, desde esa colaboración, es posible desmercantilizar y desburocratizar la satisfacción de necesidades sociales, haciendo realidad dinámicas y espacios de trabajo no lucrativos, no competitivos, ni excesivamente tecnocratizados ni normativizados. Se trata, por lo tanto, de espacios y dinámicas de trabajo colaborativas, protagonizadas por iniciativas sociales populares, de fácil acceso a todos los sectores sociales, y sin requerimientos formales o materiales que generen exclusiones o elitismos.
Poder político y procesos participativos
En este apartado, teniendo en cuenta la experiencia de trabajo en Astra, presentamos nuestro marco teórico de reflexión sobre la participación popular y sobre la crisis política del sistema democrático por la cooptación del mismo a través de la privilegiada participación de élites económicas y políticas, así como tecnocracias de la administración.
La democracia, entendida como un proceso histórico siempre en construcción, presenta difíciles retos en la actual coyuntura de mercantilismo y capitalismo globalizado. Uno de los principales retos no es la falta de participación en genérico, sino la falta de participación popular (del demos) frente a la privilegiada participación de determinados agentes económicos y políticos en el diseño de las políticas públicas: grandes empresas, élites económicas y financieras del mercado y de la política profesional, y tecnocracias de la administración en sus diferentes escalas. Esta privilegiada participación se hace efectiva mediante los lobbys y otras formas aún más oscurantistas y corruptas -financiaciones ilegales, sobornos, malversación de fondos, nepotismo, etc.-, por parte tanto de corruptores privados como de corrompidos públicos (Martínez, Z. et al., 2013).
Esas tendencias oligárquicas de monopolización del poder hacen que aunque la gente se movilice y exprese su indignación y rechazo a recortes, desahucios y reformas (laborales, de pensiones, de salud, de educación, de políticas fiscales, de políticas represivas, etc.), vea cómo se reduce su capacidad de incidencia política real en las políticas que les afectan y en los procesos de decisión estratégicos. De este modo, la apatía, el desanimo, el fatalismo conformista (“...es lo que hay...”) y la desactivación política, son actitudes permanentemente incentivadas por parte de las élites a través del ninguneo y la represión.
Como consecuencia de lo anterior, asistimos a una clara crisis política y democrática que en la calle se expresa en el “todos son iguales”, "no nos representan", "que se vayan todos", "democracia real ya", etc. Todo ello es resultado de esa evidente prevalencia de los poderes económicos y sus élites que fagocitan un sistema de democracia formal en evidente crisis de credibilidad, representatividad y legitimidad. Tal y como afirma Ignacio Ramonet, "hasta hace poco política y poder se confundían. Hoy, en la Europa neoliberal, ya no es así. El éxito electoral de un mandatario político no le garantiza el ejercicio del poder real. Porque por encima se hallan dos supremos poderes no electos que le dictan su conducta: la tecnocracia europea y los mercados financieros. (...) Prisionero del cauce de esas dos rígidas riberas, el río de la política avanza obligatoriamente en dirección única sin apenas margen de maniobra. O sea: sin poder”. Citando a Zymunt Bauman, Ramonet añade que no queda otra que “construir un nuevo sistema político que permita un nuevo modelo de vida y una nueva verdadera democracia del pueblo” (2).
Por eso, desde nuestro enfoque de trabajo y reflexión sobre el poder político y los procesos participativos, preferimos abordar la crisis de legitimidad del sistema democrático en relación a la necesidad de procesos de participación popular en el ejercicio del poder político. Entendida la participación del demos no desde una problemática representativa, vinculada a la superación de las deficiencias que muestra la democracia representativa en cuanto a la relación que establece entre gobernados y gobernantes; sino desde una problemática delegativa. Planteándose, por lo tanto, qué ha supuesto delegar en el sistema politico institucionalizado (a través del voto, el sistema electoral, el sistema de partidos, etc.) el ejercicio del poder político y de incidencia en la regulación social.
Se trata de enfocar la crisis política desde el reto de articular y facilitar la participación popular para, transformando la inercia de delegación, favorecer mayores cotas de implicación, organización y autogobierno de los sectores populares y lograr así la capacidad de incidencia (el poder) que a través del lobby u otras opacas lógicas de presión e influencia, determinadas élites económicas del mercado y de la política profesional tienden a monopolizar (Daza, M. et al. 2012). Este es precisamente el objetivo central de nuestra aportación como equipo universitario en el proceso de Astra.
Desde este enfoque, la participación popular es fundamental como estrategia de intervención democratizadora en las asimétricas relaciones de poder existentes. Es también fundamental para lograr que las decisiones políticas en vez de reflejar el interés particular “de los menos”, de las élites privilegiadas, reflejen el interés colectivo “de los más”, de los sectores sociales populares. Entendemos por sectores populares aquellos que sufren diferentes formas de inferiorización y subordinación: las mujeres; las personas desempleadas y las pertenecientes a clases sociales empobrecidas; las trabajadoras y campesinas; las estudiantes y jóvenes; las personas migrantes; las personas discriminadas por su raza, por su opción sexual, por su diversa funcionalidad física o mental, por su lengua y cultura, por su identidad como pueblo y su sentimiento de pertenencia nacional, por la defensa de la naturaleza y su territorio, por el rechazo a la represión, por el rechazo a las agresiones belicistas y el militarismo, etc.
Se trata, por tanto, de facilitar la articulación y participación de esos sectores sociales para posibilitar así un efecto democratizador: ampliar la capacidad de incidencia política de esos sectores en el devenir de la sociedad, ampliando así el marco de las cuestiones discutibles y de los agentes llamados a deliberar, negociar y decidir. En ese sentido, en nuestro marco de referencia teórico-filosófico, la dialéctica de correlaciones de fuerza y relaciones de poder existente entre los diferentes sectores sociales y agentes que interactuan en una sociedad, es el mecanismo que determina la desigual capacidad de incidencia política en el devenir de la sociedad. Ya que los agentes que logran suficiente dominio o hegemonía (acumulación de fuerzas, recursos y legitimidad) consiguen realizar proyectos políticos acordes a sus necesidades, intereses e ideologías.
En ese sentido, a través de los procesos de participación y movilización popular, se hace presente el desafío de generar alianzas amplias entre organizaciones y movimientos sociales que, a través de prácticas organizativas y deliberativas inclusivas y horizontales, generen una dinámica de empoderamiento personal y colectivo que invite a organizarse y participar. Ampliando además esas alianzas a otros agentes (entidades y equipos de trabajo de la universidad o de otras instancias de saber/poder) que permitan mejorar la correlación de fuerzas y legitimidades respecto de otros agentes políticos e institucionales. Es decir, se trata de alianzas y trabajo en red que permita construir poder desde abajo, para que las propuestas, prácticas y diseños políticos emancipadores tengan capacidad de disputar la hegemonía en el sistema político y dar lugar a rediseños e instituciones políticas de nuevo tipo.
Como hemos visto en la experiencia de Astra, estas sinergias en clave reivindicativa y constructiva generan un fortalecimiento/empoderamiento por legitimación social que parece poner las bases (condición necesaria aunque no siempre suficiente) para abrir la estructura de oportunidades políticas; siempre y cuando los responsables institucionales no caigan en las tentaciones restrictivas de tipo represivo o de tipo cooptativo-clientelista . Y, de este modo, acepten o se vean obligados a aceptar e interiorizar, una práctica política que reconoce 1) la importancia del protagonismo ciudadano; 2) su legitimidad para incorporarse a los procesos de deliberación y decisión estratégicos; y 3) la necesidad, en un funcionamiento democrático, de establecer una interlocución preferente con las iniciativas sociales y los sectores populares.
Se trata, en definitiva, de construir procesos y dinámicas participativas que construyan conciencia emancipadora y protagonismo popular; es decir, voluntad política y organización para participar en los debates, elaborar propuestas y construir políticas emancipadoras, de manera que esos sujetos colectivos fortalecidos sean capaces de impulsarlas y sostenerlas. En nuestro horizonte propositivo estaría aplicar las propuestas de la Educación Popular y la Investigacción-Acción para facilitar procesos de organización popular que inviertan la relación entre representación política y protagonismo social; articulando las políticas y los gobiernos con un nuevo protagonismo político de los sectores populares y las organizaciones sociales, para construir otra legitimidad-institucionalidad-legalidad, basada en la participación popular en la toma de decisiones políticas.
Dos ámbitos de contienda política: la auto-organización y acción política no institucional; y las relaciones con la institucionalidad como terreno en disputa por la hegemonía
En base a lo expuesto en los apartados anteriores entendemos que el reto fundamental es, transformando la inercia delegacionista, disputar el poder político a través de articulación y fortalecimiento de la participación popular, de forma que pueda establecerse la doble contienda política a la que se alude en el título de este apartado y que pasamos a desarrollar en los dos siguientes subapartados.
1. Auto-organización y acción política no institucional
El primer ámbito de contienda política consiste en articular redes y espacios que permitan desplazar al mercado y al estado liberal como reguladores dominantes de la organización social. Es decir, acción política no institucional que, por iniciativa popular y mediante la auto-organización de redes comunitarias, interpela y propone otros modos a la sociedad en su conjunto, construyendo espacios y servicios públicos/comunitarios no sujetos ni a las lógicas mercantiles, ni a las lógicas burocráticas y tecnocratizadas del estado (Zibechi, R. 2008).
La auto-organización, como principio catalizador de las energías emancipadoras, se fundamenta en la idea de no permanecer a la espera, sino en la construcción de las relaciones y alternativas emancipadoras (Martínez, Z. et al. 2012); es decir, cambiar las cosas construyéndolas desde abajo de otro modo. Se trata de ampliar y traer lo político a lo cotidiano, a través de la construcción de autonomía y des-mercantilización; lo que implica vincular lo político a lo que comemos, lo que consumimos, los medios de comunicación que utilizamos, lo que aprendemos, cómo nos relacionamos y cómo cuidamos en la casa, en el barrio, en las organizaciones, etc. Estos procesos generan formas propias y autónomas de organizar la vida colectiva a partir de principios/lógicas solidarias, y a través de redes y comunidades cooperativas; construyendo así una ética del cuidado, la igualdad y la responsabilidad que toma como referencia la cotidianidad y las personas concretas, tanto cercanas como lejanas (locales y globales).
Esta acción política no institucional fundamentada en procesos de auto-organización social, presenta, tal y como veremos a continuación, el desafío de generar al menos respeto y no beligencia por parte de las instituciones públicas; y, eventualmente, apoyo por parte de esas instituciones y sus recursos públicos. Incluso, en el mejor de los casos, incidencia política en esas instituciones para facilitar su transformación, iniciando así rediseños de la institucionalidad diferentes a lo que conocemos. Dicho de otro modo, se trata de construir alternativas que permitan visibilizar el protagonismo popular como centro de las políticas públicas, de forma que el poder institucional se transforme en instrumento para promover transformaciones emancipadoras protagonizadas y sostenidas por la participación consciente y organizada de la gente (Adamovsky, E. 2009).
2. Relaciones con la institucionalidad como terreno en disputa por la hegemonía
Entendemos que otro ámbito de contienda política diferente aunque muy relacionado con el anterior, consiste en generar alianzas y poder desde abajo para superar los modos de gobierno elitistas, burocratizados y tecnocráticos de las instituciones públicas; es decir, tratar de construir modos de gobierno abiertos y participativos que, por un lado, dejen hacer y apoyen las iniciativas populares y comunitarias de auto-organización social y, por otro, desarrollen procesos reales de participación decisoria y democracia directa en la gestión política de las instituciones públicas.
Ello implica activar una reconstrucción participativa y democrática de lo público, que abra las puertas del gobierno a la participación de las mayorías, tanto en la deliberación y el debate social como en la toma de decisiones. Tal y como afirma Isabel Rauber (2011), la nueva sociedad anhelada no se formará espontáneamente, ni tampoco por decreto; habrá de ser diseñada y construida mediante la participación y el protagonismo popular. El poder político no se reduce a una institución, ni a un edificio, ni a un espacio específico que se toma o se ocupa; es decir, no se restringe a lo gubernamental o a lo institucional estatal -concepción cosificada y reduccionista que caracterizó algunas de las prácticas revolucionarias economicistas y vanguardistas del S.XX -, sino que se crea y recrea sobre el conjunto de las relaciones sociales regidas por el protagonismo y predominio (hegemonía) de determinadas orientaciones ético-políticas y prácticas materiales acordes a ellas. Por ello, una cosa es acceder al gobierno y la gestión de lo institucional, y otra cambiar de hegemonía; cuestión que abarca lo cultural, lo ideológico, la subjetividad, etc. Y esto no se “toma”, ni se “conquista”, ni se “decreta”, fundamentalmente se “construye”. Por ello, concluye Rauber, los procesos emancipatorios necesariamente conjugarán ambos espacios: el del poder que emerja de las nuevas interrelaciones sociales construidas desde abajo, y el de los ámbitos institucionales del gobierno y la administración. De ahí la necesidad de atender a la institucionalidad como terreno en disputa, para exigir una interlocución e interacción preferente con los sectores sociales populares y sus organizaciones ̶y no con las élites privilegiadas ̶, que garantice ese protagonismo ciudadano y popular, y que ello posibilite la reconstrucción participativa y democrática de lo público.
El proceso de Astra: aprendizajes y limitaciones
Tal y como decíamos más arriba, las instituciones públicas también han realizado su aportación en el proceso de Astra. Aunque las dificultades de entendimiento y las tensiones que ello ha generado ha sido una constante en esa relación, tanto el Ayuntamiento como el Gobierno Vasco han dejado hacer y han aceptado la anticipación que los colectivos han mostrado, tanto con su capacidad de acción (ocupación del edificio, movilización social, etc.), como con su capacidad de elaboración de propuestas y proyectos, cuando la administración todavía no tenía un proyecto concreto para ese espacio. Precisamente, algunas de las claves que subrayan los/as activistas de Astra a la hora de analizar el camino recorrido y sus aprendizajes son: capacidad de anticipación en la elaboración de proyectos; capacidad de movilización con manifestaciones, ruedas de prensa, recabar apoyos y adhesiones de diferentes personas referenciales del mundo de la cultura y los derechos humanos, etc...; y, unido a lo anterior, desarrollar procesos participativos como metodología de trabajo político desde y para la comunidad, que posibilita la elaboración de esos proyectos en procesos abiertos y heterogéneos a través de formas de trabajo empoderadoras y cohesionadoras, procesos que además eran avalados y legitimados por un grupo de facilitación universitario.
Ese progresivo fortalecimiento y legitimación a través de la movilización social, de la búsqueda de apoyos legitimadores de la iniciativa (tanto a nivel de adhesiones, como de recursos y alianzas para la facilitación de procesos participativos); y, finalmente, también a través de la centralidad de esos procesos participativos para la construcción colectiva popular de las propuestas y proyectos, han resultado claves a la hora de que las instituciones públicas tomen en serio, dejen hacer y, finalmente, apoyen económicamente esta iniciativa popular y comunitaria de auto-organización social. Se trata además de un apoyo no condicionado, que respeta el carácter autónomo y auto-gestionado de la iniciativa, sin plantear contraprestaciones de tipo ideológico o normativo (burocrático) que desnaturalizarían ese carácter autónomo y popular.
En lo que se refiere a las herramientas y recursos que ha activado el equipo universitario, tal y como decíamos, la experiencia de trabajo colaborativo entre la Coordinadora de Colectivos Astra y el equipo de trabajo de la Universidad del País Vasco ha consistido fundamentalmente en el acompañamiento y facilitación de los procesos participativos que ha desarrollado esta Coordinadora. La diversidad de grupos y de personas, con sus diferentes perspectivas y formas de trabajo, que se quería que participaran en esos procesos participativos, hizo que la Coordinadora demandara el apoyo de este grupo de trabajo que venía ocupándose de la dinamización de procesos comunitarios y de investigación-acción participativa en diferentes pueblos y ciudades del País Vasco.
Así, el desarrollo de esa colaboración ha dado lugar a tres tipos de tareas o aportaciones del grupo universitario:
1) La facilitación de reuniones y asambleas a través de dinámicas de grupo, talleres y metodologías participativas provenientes de la animación socio-cultural y la educación popular. Se trata de metodologías muy útiles a la hora de facilitar y cohesionar el trabajo en asambleas amplias (habitualmente entre 30 y 50) y heterogéneas en lo que se refiere a edades, itinerarios, ideologías, códigos de trabajo, etc. Son además metodologías y formas de trabajo que buscan garantizar una participación igualitaria y una construcción colectiva de diagnósticos, estrategias e iniciativas, que partan de las diferentes necesidades sentidas cotidianamente por las personas que participan en la asamblea. Son formas de trabajo que atienden especialmente el cuidado de un ambiente de respeto, aceptación y confianza, en el que todas las personas se sientan a gusto porque: 1) tienen las mismas oportunidades de hablar y hacer aportaciones; 2) la escucha mutua es respetuosa e igualitaria; 3) se siente que todas las aportaciones (cada cual con su estilo y modo de expresión) son igualmente importantes y tenidas en cuenta en la puesta en común y en los procesos decisorios; 4) porque eso hace sentir aceptación y cariño en ese espacio; 5) y eso va creando la confianza, la complicidad y los acuerdos que el trabajo conjunto y la cooperación requieren.
2) Sistematización del conocimiento popular: ordenar en documentos y esquemas proyectivos de trabajo las ideas y propuestas que se generan en las diferentes reuniones y asambleas, para poder dar continuidad a los procesos de manera sostenida y continuada. Esto incluye la identificación de las tensiones y desacuerdos, y la formulación de propuestas para abordar esos disensos, atendiendo a sus dimensiones racionales (necesidades, intereses, expectativas,...) y emocionales (ilusiones, dudas, miedos,...), de manera que no bloqueen el proceso.
3) Investigación para la innovación y mejora: analizar mediante encuestas, grupos de discusión y talleres participativos las diferentes percepciones que ha generado el proceso de Astra entre la población más distanciada de las redes del tejido social; para evitar inercias endogámicas; mejorar la socialización y comunicación sobre la organización y funcionamiento abierto y autogestionado de Astra; y acrecentar así el apoyo popular y las posibilidades de participación y activación de diferentes sectores sociales de Gernika, y su protagonismo en iniciativas sociales, culturales y políticas.
Por parte de la institución universitaria, profesorado, personal investigador y estudiantado han prestado su colaboración en estas tareas de manera no remunerada económicamente, sino como apoyo a un innovador proceso comunitario en el que la Universidad, cumpliendo con su función de responsabilidad social y servicio público, hace su aportación y transferencia de conocimiento. Sin embargo entendemos esta aportación como intercambio y apoyo mutuo de doble dirección, ya que el trabajo activista de las personas que integran los diferentes colectivos y asociaciones de Gernika, que son quienes sostienen fundamentalmente esta experiencia, nos permite aprender, nos permite integrar teoría y praxis, y nos permite nutrir nuestro trabajo docente, investigador y de transferencia de conocimiento con una experiencia personal y profesional que nos ha transformado, y por lo tanto va más allá de lo meramente profesional.
En lo que se refiere a las limitaciones, debilidades y retos de esta experiencia, desde el 2005 hasta hoy se ha recorrido un largo camino que ha tenido sus altibajos, contratiempos y coyunturas adversas. Precisamente en esos momentos de debilidad, dudas e incertidumbre sobre el futuro de la iniciativa, el proceso se ha sostenido por la perseverancia de unas pocas personas, lo cual genera un desgaste en términos de trabajo y responsabilidad que se hace duro. Son “travesías de desierto” que con perseverancia hay que pasar porque como dice la sabiduría popular “la única lucha que se pierde es la que se abandona”. El desgaste que generan y el peligro de que un reducido número de personas “se quemen” o se conviertan en “imprescindibles”, generándose cierta identificación del proceso con esas personas y pudiendo dar lugar a liderazgos personalistas que debiliten el carácter abierto, horizontal y participativo del proceso, ha sido en ciertos momentos un riesgo presente que afortunadamente se ha gestionado de manera satisfactoria y no ha dado lugar a esa deriva reduccionista y personalista no deseada.
Otra limitación, relacionada con la anterior, tiene que ver con el hecho de que la puesta en marcha de Astra en diciembre de 2012 supuso sostener el funcionamiento continuado de un espacio de 1400 metros cuadrados con una amplia programación de actividades sociales, culturales y políticas en base al trabajo activista y voluntario de personas que adquieren diferentes niveles de implicación, dedicación y responsabilidad. Este trabajo activista, con una forma de funcionamiento flexible y abierta, tiene que hacer frente al dificultoso reto de garantizar continuidad y, al mismo tiempo, medir bien las fuerzas para que las personas no se vayan quemando por un exceso de responsabilidades y horas dedicadas. El reto, por tanto, es dificultoso: reparto equilibrado de tareas y responsabilidades, y cuidado mutuo entre las personas que cotidianamente sostienen la actividad de Astra; para poder así dosificarse, relevarse y no agotar sus fuerzas en el sostenimiento de la experiencia.
Otro reto es el que se refiere a la participación de la gente más joven (de los 14 a los 20 años) que tienden a percibir Astra como un espacio en el que da miedo errar o equivocarse, porque las cosas deben hacerse bien para mostrar así que la iniciativa popular puede ocuparse con solvencia de la organización y gestión de este tipo de espacios abiertos a toda la población. En relación a la participación más juvenil otro reto importate es la transmisión a las nuevas generaciones del proceso de lucha y organización del tejido social que ha posibilitado la existencia de este espacio.
Por último, como decíamos al principio, el largo periodo de colaboración entre los diferentes agentes que protagonizan este proceso ha permitido profundizar los aprendizajes mutuos y la transmisión de habilidades y conocimientos. Sin embargo, el volumen de trabajo activista y voluntario que supone el sostenimiento de un espacio como Astra hace que en el momento actual necesiten de un apoyo más intenso para la realización y dinamización de los vigentes procesos participativos, interrumpiéndose de esta manera la interesante tendencia a desarrollar esos procesos de manera autónoma en base a los aprendizajes adquiridos, desarrollando autonomía y autogestión también en la facilitación y sistematización de esos procesos. Nos encontramos, por lo tanto, con la limitación de cómo sostener estos procesos de forma autónoma, teniendo en cuenta el volumen de trabajo que ello supone y las limitaciones de disponibilidad y energía que tiene el trabajo comunitario y activista, que la mayor parte de las veces ha de ser compatibilizado con el trabajo de cuidados, con los estudios, con el empleo, etc.
Poderes, conocimientos y relaciones entre la universidad y los movimientos populares
Como se ha apuntado al principio de este trabajo, podríamos resumirlos los aprendizajes de esta experiencia en la idea de que la interlocución preferente, las sinergias y el apoyo entre iniciativas populares, universidad y administraciones públicas permite construir espacios y dinámicas comunitarias para la satisfacción de necesidades sociales; es decir, dinámicas y lógicas de apoyo mutuo, intercambio y trabajo no competitivo sino colaborativo. De este modo es posible desmercantilizar y desburocratizar la satisfacción de necesidades sociales, haciendo realidad dinámicas y espacios de trabajo no lucrativos, ni excesivamente tecnocratizados ni normativizados.
Entendemos que la universidad y otras instituciones de conocimiento pueden desarrollar un importante papel en la facilitación de procesos de conciencia política, auto-organización y fortalecimiento del protagonismo de sujetos sociales. Tal y como afirma la sabiduría popular “saber es poder”. El conocimiento es un instrumento de poder muy relevante en las correlaciones de legitimidad y en las interacciones de poder que guían el contingente devenir de las políticas. En este punto es relevante una de-construcción de la epistemología positivista para abrirse a una perspectiva de ecología de saberes, y a una concepción del conocimiento entendido como el fruto de un proceso de construcción colectiva y popular que sirva para empoderar (personal y colectivamente) a los sectores que menos oportunidades tienen de incidir en las políticas que les afectan (De Sousa Santos, B. 2009). Y la universidad es un agente muy relevante a la hora de legitimar saberes, propuestas y procesos; es decir, además de la facilitación de procesos de debate social y formulación de propuestas colectivas, puede realizar una significativa transferencia de legitimidad y prestigio de esos procesos. En ese sentido, tiene mucho que aportar tanto para fortalecer espacios y dinámicas de construcción social autónomos (des-mercantilizados y des-estatalizados), como para una reconstrucción de la administración pública en clave democrática. Esa reconstrucción en clave participativa y comunitaria no puede realizarse pivotando sobre el delegacionismo político (claramente cooptado por los intereses de las élites), ni sobre el protagonismo de personal técnico. Los diagnósticos, análisis y propuestas que guíen la regulación social y las políticas públicas necesitan ser construidos con las organizaciones sociales y los sectores populares; es decir, dinámicas de construcción colectiva del conocimiento al servicio de procesos de auto-organización y fortalecimiento del protagonismo de sujetos populares.
Por eso la tarea no es protagonizar el saber, la verdad o el proceso, decretando lo que hay que hacer desde la verdad ideológica o desde la verdad del conocimiento experto (esas dos grandes tentaciones); sino facilitar la participación plural y llevarla a buen puerto para decidir, sin delegaciones, en procesos de responsabilidad compartida y de protagonismo colectivo popular (RETOS, 2011).
Se plantea, por lo tanto, construir procesos políticos desde abajo. Construir poder desde abajo implica -sea por iniciativa popular comunitaria y de redes asociativas, o por voluntad política de la institucionalidad- una práctica político-metodológica centrada en partir del problema concreto y los agentes en él involucrados para analizar de manera emancipadora (empoderadora) las soluciones alternativas, diseñarlas y realizarlas. La ciudadanía y los sectores populares se movilizan y participan cuando perciben que sus aportes y propuestas son escuchados, tienen incidencia y su accionar no será en balde ni será manipulado por intereses ajenos, cuando entienden que van a formar parte de un proceso que puede servir para algo, que puede servir para modificar y mejorar las condiciones de vida.
Así, atendiendo a las propuestas metodológicas de la Educación Popular, la Sistematización de Experiencias o la Investigación-Acción Participativa, resulta fundamental desarrollar procesos de construcción de conciencia y de conocimientos emancipadores, es decir, liberadores de las relaciones de dependencia y subordinación que se dan también en el ámbito del conocimiento. Hablamos de procesos que impliquen una concepción de la relación poder-saber que permita articular 1) las condiciones de vida 2) la práctica que en ellas se desarrolla 3) y la conciencia (personal y colectiva) para re-apropiarse de esa práctica interviniendo en las condiciones culturales y materiales que la condicionan.
Referencias bibliográficas
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ZIBECHI, Raúl (2008). “Ecos del subsuelo: Resistencia y política desde el sótano”, en Autonomías y emancipaciones: América Latina en movimiento, Bajo tierra ediciones, Mexico.
NOTAS
(1) Grupo de Investigación “Parte Hartuz”. Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.
(2) Le Monde Diplomatique, nº 203, septiembre 2012.
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Sobre el autor
Zesar Martinez García es Doctor en Sociología y profesor de Metodología de las Ciencias Sociales de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) (Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación. Departamento de Sociología II). Ha realizado trabajos de investigación sobre participación socio-política y sobre investigación-acción. Su línea de investigación actual está relacionada con acción colectiva, dinamización comunitaria y metodologías participativas. En este momento trabaja en proyectos relacionados con esas temáticas en el Instituto Hegoa y en la Fundación Joxemi Zumalabe /// zesar.martinez@ehu.es
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