Muchos pensaron que el hombre jamás podría volar
Publicado por
Unknown
on viernes, 28 de diciembre de 2012
La diferencia entre optimismo y pesimismo, entre esperanza y desesperanza, no es más que una cuestión de actitud. Hay quienes creen que pensar en positivo es estar ciego ante la realidad y que -en consecuencia- el pesimismo supone una posición intelectual superior a la optimista. Tan sólo los pesimistas serían capaces de transformar el mundo, frente a los optimistas, que, además de ser unos ingenuos, están satisfechos y se conforman con lo que hay, incapaces de rebelarse ante el (des)orden social imperante, las injusticias de todo género o las tragedias de la vida. Pero, ¿qué sería de nosotros si no confiamos en que los tiempos venideros nos traerán paz, alegría, amor, prosperidad, solidaridad, justicia, felicidad y una vida mejor para todos?, ¿si dejamos de soñar con nuevas metas, conquistas y logros?, ¿si renunciamos a las utopías, que, como el horizonte, nos permiten seguir haciendo camino al andar?
Desde la ya lejana noche del tiempo, muchos pensaron que el hombre jamás podría volar, pero un siglo después de que el primer biplano levantase el vuelo, un fragmento del mismo reposa en la Luna, en el Mar de la Tranquilidad; y es que, como decía Neruda, el poeta del amor y del pueblo, se podrán talar las alamedas y cortar todas las flores, pero nadie podrá detener las primaveras e impedir que los campos vuelvan a reverdecer.
Existen las pérdidas, los duelos, las enfermedades, la muerte, las catástrofes, las desgracias, las guerras, las decepciones, las injusticias o la insatisfacción del deseo; y nadie puede evitar, por muy optimista que sea, el sufrimiento y las penas que nos acarrea nuestra propia existencia. Pero la mayor parte de nosotros estamos capacitados para convertir las crisis en oportunidades, las dificultades en posibilidades; para afrontar de forma positiva, con optimismo inteligente, las situaciones adversas, para dotarlas de sentido, para vivirlas más como retos y desafíos que como amenazas o fracasos irreparables, para enfrentarlas o esquivarlas, o para reducir su nivel de impacto psicológico.
Texto tomado del EDITORIAL del número 66 de la Revista Interuniniversitaria de Formación del Profesorado, en el que se publica una monografía sobre EL OPTIMISMO (Pulsar aquí para acceder al documento completo)
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