Editorial del número 43. Vol. 15 (4) Diciembre 2012, de la Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado
“PÚBLICA, REPÚBLICA Y REQUETEPÚBLICA”. Así, con este texto escrito en mayúsculas, tras una noche de encierro de los integrantes de la comunidad universitaria en protesta por los recortes en educación, apareció colgada una pancarta un día de la pasada primavera en la fachada de la Escuela Universitaria de Magisterio de Segovia.
Asistimos con mucha inquietud al progresivo desmantelamiento de la educación pública, a ese ataque sistemático contra el proyecto de la modernidad que permitió que se comenzase a concretar la aspiración de una sociedad vertebrada por la equidad. La escuela pública nació ya con esa ambición, marcada por el sello de la igualdad porque en la intención de los revolucionarios franceses que la proyectaron estaba posibilitar el acceso a la educación a quienes no tenían recursos propios. Quizás si hubiera que señalar su mayor logro tendríamos que decir que fue la escuela pública la que alfabetizó a toda la población, la que hizo posible el logro lento, pero formidable de la escolarización. Lo dice bien claro Manuel de Puelles, al señalar que no fue cosa de las órdenes religiosas, ni de la iniciativa privada ni de los mercados, ese dios oscuro que todo lo rige y exige sacrificios continuos. No puede concebirse siquiera que esos agentes actuaran en pro de ese fin. Sólo lo pudo hacer la escuela pública, la escuela de la igualdad.
Hablamos de igualdad en el sentido de igualdad de derechos y oportunidades. No identificamos igualdad con igual trato a personas diferentes. Difícilmente se respeta al otro tratándole igual cuando carece de los mismos medios, origen social, cultural o lingüístico e incluso capacidades. La igualdad de trato será cierta cuando se pongan los medios materiales y humanos precisos para el mayor aprovechamiento de las potencialidades de cada educando, saliendo al paso de los condicionantes señalados.
La igualdad está en la base y es condición para el desarrollo de otros valores fundamentales en la educación como el de la libertad o participación. El primer paso hacia la igualdad de oportunidades es reconocer su inexistencia en el contexto actual. Dicha actitud permitirá implantar las medidas pertinentes para garantizar el desarrollo real de los derechos. Cada alumno, cada alumna, serán diferentes a los demás, pero será igual el objetivo de máximo desarrollo personal. Obviamente el logro de dicho objetivo puede perseguirse de muchas formas. Desde la educación pública se debería programar mediante la convivencia diaria entre diferentes, respetando la diferencia y huyendo de las desigualdades generadas por el establecimiento de itinerarios divergentes desde temprana edad, en un sistema que puede convertirse fácilmente en reproductor de desigualdades sociales.
Es cierto que la educación actual y, en concreto, la escuela pública tiene muchos defectos y produce resultados indeseados. Y no aludimos sólo a las puntuaciones en PISA, referencia que ya se ha hecho tópica y es una de las muletillas favoritas del poder. Nos referimos a las altas cifras de fracaso escolar o de abandono prematuro de nuestro sistema educativo, a la baja participación de la comunidad escolar, al escaso desarrollo del carácter inclusivo de la educación… Son males que han de ser remediados, pues nos conducen a una sociedad más desigual, menos humana.
Pero nada de eso se va a lograr con la actual política de recortes y de desmantelamiento de lo público. Quizás el mayor exponente del ataque neoliberal a la idea de igualdad, la expresión de la intención de arrumbar definitivamente con toda aspiración a la equidad, haya pasado desapercibido para la mayoría de la población. El Consejo de Ministros dedicó esta primavera una de sus sesiones a aprobar el texto definitivo del documento “Actualización del Programa de Estabilidad del Reino de España (2012-2015)”, aún disponible en la web de La Moncloa, que ha sido enviado a Bruselas con la intención, como dice el propio texto, de expresar el “indudable compromiso del Gobierno español con el rigor presupuestario” y “constituye la presentación de la política económica del Gobierno español para los próximos cuatro años”. También puede leerse en él que “se ha iniciado un ambicioso programa de reformas estructurales”.
Si acudimos a la página 49 de ese documento nos encontraremos con una tabla titulada “Cambio en la estructura del gasto por funciones”, en la que se concreta cómo quedará en el año 2015 el gasto público español en partidas básicas para conseguir una sociedad cohesionada y justa: la protección social pasará de suponer el 16,9 % del PIB al 16,1 %; la salud, del 6,5 al 5,1 y la educación del 4,9 al 3,9. Estos porcentajes son demoledores para alcanzar esa deseable equidad de la que hablamos ¿Alguien puede afirmar que la igualdad de oportunidades quedará en pie con una reducción de más del 21 % del gasto público en educación? ¿qué pasará con la educación pública con once mil millones menos de euros (eso es lo que supone la reducción de un punto del PIB)?
Las medidas que se han tomado hasta ahora por las administraciones educativas responden fielmente a lo contenido en esa tabla y son, una por una, agresiones a la equidad: la reducción de la partida destinada a becas y a ayudas al estudio, la desaparición del programa Educa 3 de extensión de la red de escuelas infantiles para niños de 0 a 3 años, los recortes en los programas de atención al alumnado con necesidades especiales, la reducción del gasto en el transporte escolar o en las ayudas a los comedores escolares, el aumento de las ratios de alumnado por aula, la extensión en el tiempo para proceder a cubrir las bajas del profesorado, el incremento de las tasas universitarias,…son sólo algunos ejemplos de esta política que podría calificarse, atendiendo a sus consecuencias, como inmoral.
No podemos dejar que se pierda la aspiración a la equidad. Y vienen a llevársela; nos la están quitando. En un vídeo realizado por “Ciudadan@s por la Educación Pública”, una asociación que ha emprendido una encomiable campaña en defensa de la educación pública, Teresa Berganza, la reconocida cantante de ópera, se refiere a nuestra enseñanza pública y dice: “Hay que defenderla con uñas y dientes. Es el futuro de un pueblo”. No hay otro camino; ha llegado el momento de defender la educación pública con tanto empeño como el expresado en la pancarta colgada en la Escuela de Magisterio de Segovia.
El Consejo de Redacción
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