A todos, alguna armadura nos tiene atrapados (Robert Fisher)
“El caballero de la armadura oxidada, de Robert Fisher, me ha resultado una lectura exquisita, no sólo por su gran contenido metafórico, sino por todos los aprendizajes que se pueden obtener de él. Los cuentos siempre intentan enseñarnos algo, tienen una moraleja, nos ofrecen unos conocimientos que a modo de historia se nos presentan masticados para facilitarnos su digestión. Por ello, la idea de hacernos reflexionar sobre la vida, sobre nuestra conducta, sobre el rumbo que hemos elegido seguir, sobre nuestros miedos y sobre tantas otras cosas, adquiere mayor fuerza en este formato y consigue plasmarse a la perfección.
Muchas veces, al igual que este caballero, nos parapetamos tras una fuerte armadura para protegernos del mundo, para que nos sirva de refugio de la realidad. Esta armadura nos acaba atrapando, nos impide sentir las cosas con libertad, y aunque nos aparta de las cosas malas y dañinas, lo hace también de aquellas que dotan a la vida de sentido. En numerosas ocasiones hasta se nos olvida que la llevamos puesta y acabamos creyéndonos que somos así, que esa coraza forma parte de nuestra persona. Cuando por fin un día caemos en la cuenta y queremos arrancárnosla, se ha adherido tan fuertemente a nosotros que nos resulta imposible deshacernos de ella; debemos aprender a liberarnos de esa armadura y ese proceso debemos realizarlo solos.
En realidad todos somos, o hemos sido en algún momento, ese caballero. Tenemos sus mismos sentimientos e incertidumbres: nos sentimos perdidos, perdidos en la vida y perdidos en nosotros mismos; no sabemos vislumbrar el camino a seguir y vamos dando tumbos de un lado a otro, o elegimos el camino fácil por comodidad, el que nos lleva a donde realmente no queremos estar; nos creamos una imagen para defendernos del mundo; a veces ni oímos a los que nos rodean porque no les escuchamos; tenemos miedo a estar solos y nos cuesta aceptarlo, hablar con nosotros mismos, disfrutar del presente, escuchar lo que el mundo tiene que decirnos y pensar; confundimos el amor con la necesidad y acabamos necesitando más a las personas que amándolas; huimos de aceptar nuestra culpa y culpamos a los demás; no sabemos pedir ayuda, ni cuándo y cómo pedirla; tenemos demasiadas ambiciones y éstas nos impiden ser felices; no separamos la necesidad de la codicia; y, sobretodo, nos olvidamos de nosotros mismos y olvidamos mirar en nuestro interior siendo que todos tenemos un gran potencial que debemos mostrar y sacar a la luz para beneficio de los demás.
Por todo ello me doy cuenta, del mismo modo en que lo hizo el caballero en algún momento, de que tenemos que aprender muchas cosas, ya que en realidad sabemos muy poquito. Tenemos que aprender que para poder cuidar y querer a los demás primero tenemos que aprender a cuidarnos y a querernos a nosotros mismos; tenemos que aprender a no tratar a los demás como seres inferiores; tenemos que aprender que a veces, aún sin pretenderlo, estamos haciendo daño a la gente que nos rodea, incluso a aquellos que más queremos; tenemos que aprender a comprender y aceptar, en vez de a esperar, y así nos llevaremos menos decepciones.
El aprendizaje más difícil es el que nos lleva a aprender a conocernos, el que nos permite viajar a nuestro interior. Cuando nos dejamos sentir, nuestros muros empiezan a derrumbarse y surgen los auténticos sentimientos, los que nos liberan. El conocimiento de uno mismo es el único que puede matar nuestros miedos y dudas, el que nos permite mostrarnos fuertes ante ellos. Este aprendizaje no tiene fin, siempre hay que seguir aprendiendo de uno mismo y tenemos toda la vida para hacerlo. Y en el momento en que nos empecemos a conocer a nosotros mismos, aprendemos a conocer a los demás, porque somos parte de ellos."
El cuaderno de bitácora (a modo de introducción)
“El pensamiento siente, el sentimiento piensa” (Miguel de Unamuno)
El término bitácora, tomado en préstamo del mundo marino, se utiliza aquí para hacer referencia a una herramienta de navegación por los mares del conocimiento y por las aguas profundas de nuestro propio mundo interior. Como dice Delors (1996, 95), “la educación se ve obligada a proporcionar las cartas náuticas en un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para poder navegar por él.”
Desde este horizonte, el cuaderno de bitácora se concibe como un diario de a bordo ideado para contribuir a la formación integral de estudiantes universitarios en proceso de formación inicial o permanente. Se trata de una herramienta pedagógica con la que se pretende motivar el aprendizaje de contenidos académicos e impulsar, al mismo tiempo, los procesos de desarrollo y crecimiento sociopersonal.
El cuaderno de bitácora es la expresión personal y vital de una aventura de navegación por el mundo del conocimiento y de la vida, y también por la conciencia profunda, por el mundo interior, cuyos resultados se transcriben en una serie de textos cortos, redactados al estilo de un diario personal. Un diario que luego se enriquece con el trabajo de grupo, con las aportaciones y comentarios de los compañeros de clase y del profesor, quienes, tras navegar por la misma o similares rutas, terminan descubriendo juntos, de forma dialéctica y experiencial, nuevos rumbos.
A propósito de todo lo anterior, señala López Noguero (2005, 56) que “la estructura semántica académica que podemos desarrollar en el ámbito universitario sólo resultaría relevante cuando se combine con la estructura semántica experiencial”, es decir, cuando consigamos “unir los contenidos que pretendemos que la clase interiorice a la realidad vivida por los propios alumnos”, convirtiendo de esta forma el aula en “un lugar de interacción, negociación e integración de culturas: la experiencial por un lado y la académica por otro”.
Y es que en realidad los contenidos académicos son algo dinámico, relacionado con las vidas de los estudiantes, con lo que sienten o desean, con lo que les frustra o les hace gozar. De ahí que sea muy importante abordarlos a partir de la experiencia, para que los alumnos no aprendan únicamente desde la cabeza, sino que, como decía Carl Rogers, construyan conocimientos con un sentido personal.
(Para continuar leyendo sobre "El cuaderno de bitácora" pulsar aquí)
0 comentarios:
Publicar un comentario