Rodolfo Llopis |
Editorial del número 43 (16.1) de Abril 2002 de la Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado
Se dedica este post a glosar el perfil pedagógico de Rodolfo Llopis, el hombre que puso los cimientos de la modernización del sistema educativo español y que fundó y dirigió la Revista de Escuelas Normales, de la que es continuación la Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado.
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Acercamiento a la personalidad de Rodolfo Llopis
La celebración en Cuenca del X Congreso de Formación del Profesorado, con una línea de trabajo enfocada hacia el estudio y análisis de la formación del Profesorado ante el fenómeno de la violencia y convivencia escolar nos proporciona un excelente motivo, que no pretexto, para llevar a cabo un acercamiento hacia una de las figuras más notables (y polémicas) en el diseño del moderno sistema educativo español, sobre todo en el nivel primario y ello además, sin que haya sido una coincidencia buscada, en unos momentos en que otra vez la sociedad española vuelve a participar activamente en el debate sempiterno sobre cuáles deben ser las características y formulaciones de ese mismo sistema educativo.
Durante doce años, los primeros de su vida profesional y pública, Rodolfo Llopis residió en Cuenca y fue profesor de su Escuela Normal. Ese periodo es el que corresponde al tiempo inmediatamente posterior al término de sus estudios (Cuenca fue su primer destino docente) y precede a su entrada en la vida política nacional, con cargos de responsabilidad en la Administración del Estado. Cuenca es, por tanto, el periodo de formación y definición de una figura a la que necesariamente hay que calificar de brillante, una vez que la sedimentación de las conciencias y el distanciamiento en el tiempo de la grave crisis vivida en nuestro país, permite comenzar a hablar con objetividad y sin crispaciones de quienes, en cualquier posición ideológica, tuvieron algo que hacer o decir en aquel convulso periodo que ocupa no menos de la mitad del siglo XX.
En Cuenca encontró Llopis su primer trabajo, aquí vivió sus primeras experiencias docentes y pudo empezar a ensayar los principios metodológicos que había aprendido como seguidor de la Institución Libre de Enseñanza (en especial, la vinculación con la naturaleza, el aire libre, el respeto por el patrimonio heredado, teoría que practicó con sus alumnos, a los que enseñó a amar y conocer la tierra en que vivian); en Cuenca debutó como político, en el primer y más directo escalón, el de concejal de su ayuntamiento, al que aportó espíritu combativo y crítico, que también extendió en la calle, en los salones de conferencias, en los mítines; en la ciudad puso los pilares para que naciera un nuevo partido político, el PSOE y transformó una asociación de trabajadores, La Aurora, en el sindicato UGT; en Cuenca fue periodista de a pie, colaborador de periódicos locales, fundador de una revista Electra- y corresponsal de periódicos nacionales El Sol, especialmente-, en los que dejó una indeleble señal de buen escritor, culto, elegante y profundo. En fin, en Cuenca escribió sus primeros libros, contribuyó a publicar la primera guía turística de la ciudad y participó en la formación de una sencilla pero dinámica estructura masónica. Como se puede ver, todo lo que Llopis fue después, a lo largo de su vida, lo inició o esbozó en estos doce años que fue profesor de la Normal de Cuenca, de la que salió para ocupar la dirección general de Enseñanza Primaria, en 1931 y desde la que, por cierto, se convirtió en el principal impulsor para llevar a cabo un viejo proyecto que en sus manos fue posible: construir un nuevo edificio para albergar esos estudios de Magisterio que hasta entonces y después de casi un siglo, estaban situados en dos vetustos edificios que habían sido conventos y que carecían de las más esenciales condiciones metodológicas que ya entonces se consideraban indispensables para llevar a cabo una correcta enseñanza. La actual Escuela de Magisterio de Cuenca es la prueba visible, arquitectónica, del reconocimiento de Rodolfo Llopis hacia la ciudad en que fue profesor, concejal y periodista.
Esta somera explicación puede ser justificación más que plausible sobre la oportunidad de este monográfico dedicado a la figura del hombre que puso los cimientos de la modernización del sistema educativo español. Ese papel nunca ha sido discutido ni negado, pero sí ha quedado en ocasiones un tanto oscurecido como consecuencia de las circunstancias perfectamente conocidas que constituyen el entramado de la historia de España entre 1939 y 1975 e incluso durante un cierto periodo posterior: no es posible ocultar el hecho de que el ascenso y consolidación del actual Partido Socialista Obrero Español se hizo mediante el proceso (tan repetido, por otro lado, en todas las organizaciones políticas) de apartamiento de quienes antecedieron al equipo renovador surgido en Suresnes. El nuevo PSOE que encabezaron Felipe González y Alfonso Guerra comenzó por dejar a un lado lo que significaba Rodolfo Llopis como símbolo de un momento histórico pasado que debía ser convenientemente ocultado. El tiempo, que todo lo cura, elimina finalmente las aristas, las marginaciones y las miserias cotidianas. Por ello ahora, cuando se van a cumplir cien años del nacimiento de Rodolfo Llopis, cuando ya ni él (ni lo que significó) suponen peligro para nadie, es posible llevar a cabo una revisión tranquila, objetiva, científica, de su vida y de su obra.
Eso explica que la personalidad de Llopis no haya quedado sepultada, como ocurre con tantas otras, en el anonimato o el silencio; al contrario y quizá sea importante anotarlo como detalle curioso y llamativo- en los últimos tiempos aumentan las referencias a su obra política y administrativa, como es fácil comprobar por la reiterada aparición de libros y artículos y, también, por algo más: el aumento de citas sobre sus teorías, sus experiencias y sus aportaciones doctrinales en la formulación del nuevo sistema educativo nacional. Lo que, bien pensado, es comprensible teniendo en cuenta que el ámbito sobre el que actuó de manera prioritaria, la Enseñanza Primaria, sigue estando sometido a profundos debates, a intensas discusiones que afectan a todos los segmentos de la vida social española. Y es muy interesante comprobar que hoy, setenta años después de la revolución educativa que encabezó Rodolfo Llopis en el seno del primer gobierno republicano, no pocas de las cuestiones que entonces se planteaban continúan formando parte del repertorio que se encuentra a debate en el seno de la sociedad española.
A ese factor destacado, y no muy conocido, de la personalidad de Llopis, su vinculación profunda y muy directa con la ciudad de Cuenca, se une en este caso otro no menos llamativo y que se une íntimamente al anterior para explicar la razón y el contenido de este número monográfico: el papel, ciertamente importante, que el entonces profesor de Geografía en la Normal conquense desempeñó como director de la Revista de Escuelas Normales que, como ya hemos tenido ocasión de explicar en alguna ocasión anterior, es el antecedente de la actual Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado.
El papel de aquella publicación es ya suficientemente conocido, pero quizá nunca está de más recordar cosas sabidas. Órgano de expresión del profesorado normalista entre los años 1922 y 1936, se encontró en cabeza del movimiento de renovación pedagógica que habría de provocar un importante desarrollo del sistema educativo ya a partir de 1931 pero a cuya preparación contribuyó, ciertamente, aquella revista en cuyas páginas se difundieron teorías pedagógicas avanzadas, se abrió una tribuna a lo que estaba sucediendo en el resto de Europa y consiguió la colaboración de los más destacados científicos e intelectuales de la epoca, con Cossío, Piaget y Luzuriaga a la cabeza. La sede de la revista tuvo carácter itinerante, vinculada a la residencia de su director y en ese trayecto llegó a Cuenca, cuando entre 1927 y 1929 la dirigió Rodolfo Llopis quien, por otro lado, también ocupó en cierto periodo de su vida la presidencia de la Asociación Nacional del Profesorado Numerario de Escuelas Normales, dando así fe en este otro aspecto de la multiforme actividad de quien en este número es protagonista destacado.
Estas son las coordenadas que explican este número, dedicado a Rodolfo Llopis, ciudadano de Cuenca en un momento clave de su vida e impulsor de la Revista en su primera etapa. Creemos que son motivos más que razonables y oportunos cuando se celebra en Cuenca el X Congreso de Formación del Profesorado, al que nuestra Revista se suma con este número monográfico dedicado a Rodolfo Llopis.
El Consejo de Redacción
Durante doce años, los primeros de su vida profesional y pública, Rodolfo Llopis residió en Cuenca y fue profesor de su Escuela Normal. Ese periodo es el que corresponde al tiempo inmediatamente posterior al término de sus estudios (Cuenca fue su primer destino docente) y precede a su entrada en la vida política nacional, con cargos de responsabilidad en la Administración del Estado. Cuenca es, por tanto, el periodo de formación y definición de una figura a la que necesariamente hay que calificar de brillante, una vez que la sedimentación de las conciencias y el distanciamiento en el tiempo de la grave crisis vivida en nuestro país, permite comenzar a hablar con objetividad y sin crispaciones de quienes, en cualquier posición ideológica, tuvieron algo que hacer o decir en aquel convulso periodo que ocupa no menos de la mitad del siglo XX.
En Cuenca encontró Llopis su primer trabajo, aquí vivió sus primeras experiencias docentes y pudo empezar a ensayar los principios metodológicos que había aprendido como seguidor de la Institución Libre de Enseñanza (en especial, la vinculación con la naturaleza, el aire libre, el respeto por el patrimonio heredado, teoría que practicó con sus alumnos, a los que enseñó a amar y conocer la tierra en que vivian); en Cuenca debutó como político, en el primer y más directo escalón, el de concejal de su ayuntamiento, al que aportó espíritu combativo y crítico, que también extendió en la calle, en los salones de conferencias, en los mítines; en la ciudad puso los pilares para que naciera un nuevo partido político, el PSOE y transformó una asociación de trabajadores, La Aurora, en el sindicato UGT; en Cuenca fue periodista de a pie, colaborador de periódicos locales, fundador de una revista Electra- y corresponsal de periódicos nacionales El Sol, especialmente-, en los que dejó una indeleble señal de buen escritor, culto, elegante y profundo. En fin, en Cuenca escribió sus primeros libros, contribuyó a publicar la primera guía turística de la ciudad y participó en la formación de una sencilla pero dinámica estructura masónica. Como se puede ver, todo lo que Llopis fue después, a lo largo de su vida, lo inició o esbozó en estos doce años que fue profesor de la Normal de Cuenca, de la que salió para ocupar la dirección general de Enseñanza Primaria, en 1931 y desde la que, por cierto, se convirtió en el principal impulsor para llevar a cabo un viejo proyecto que en sus manos fue posible: construir un nuevo edificio para albergar esos estudios de Magisterio que hasta entonces y después de casi un siglo, estaban situados en dos vetustos edificios que habían sido conventos y que carecían de las más esenciales condiciones metodológicas que ya entonces se consideraban indispensables para llevar a cabo una correcta enseñanza. La actual Escuela de Magisterio de Cuenca es la prueba visible, arquitectónica, del reconocimiento de Rodolfo Llopis hacia la ciudad en que fue profesor, concejal y periodista.
Esta somera explicación puede ser justificación más que plausible sobre la oportunidad de este monográfico dedicado a la figura del hombre que puso los cimientos de la modernización del sistema educativo español. Ese papel nunca ha sido discutido ni negado, pero sí ha quedado en ocasiones un tanto oscurecido como consecuencia de las circunstancias perfectamente conocidas que constituyen el entramado de la historia de España entre 1939 y 1975 e incluso durante un cierto periodo posterior: no es posible ocultar el hecho de que el ascenso y consolidación del actual Partido Socialista Obrero Español se hizo mediante el proceso (tan repetido, por otro lado, en todas las organizaciones políticas) de apartamiento de quienes antecedieron al equipo renovador surgido en Suresnes. El nuevo PSOE que encabezaron Felipe González y Alfonso Guerra comenzó por dejar a un lado lo que significaba Rodolfo Llopis como símbolo de un momento histórico pasado que debía ser convenientemente ocultado. El tiempo, que todo lo cura, elimina finalmente las aristas, las marginaciones y las miserias cotidianas. Por ello ahora, cuando se van a cumplir cien años del nacimiento de Rodolfo Llopis, cuando ya ni él (ni lo que significó) suponen peligro para nadie, es posible llevar a cabo una revisión tranquila, objetiva, científica, de su vida y de su obra.
Eso explica que la personalidad de Llopis no haya quedado sepultada, como ocurre con tantas otras, en el anonimato o el silencio; al contrario y quizá sea importante anotarlo como detalle curioso y llamativo- en los últimos tiempos aumentan las referencias a su obra política y administrativa, como es fácil comprobar por la reiterada aparición de libros y artículos y, también, por algo más: el aumento de citas sobre sus teorías, sus experiencias y sus aportaciones doctrinales en la formulación del nuevo sistema educativo nacional. Lo que, bien pensado, es comprensible teniendo en cuenta que el ámbito sobre el que actuó de manera prioritaria, la Enseñanza Primaria, sigue estando sometido a profundos debates, a intensas discusiones que afectan a todos los segmentos de la vida social española. Y es muy interesante comprobar que hoy, setenta años después de la revolución educativa que encabezó Rodolfo Llopis en el seno del primer gobierno republicano, no pocas de las cuestiones que entonces se planteaban continúan formando parte del repertorio que se encuentra a debate en el seno de la sociedad española.
A ese factor destacado, y no muy conocido, de la personalidad de Llopis, su vinculación profunda y muy directa con la ciudad de Cuenca, se une en este caso otro no menos llamativo y que se une íntimamente al anterior para explicar la razón y el contenido de este número monográfico: el papel, ciertamente importante, que el entonces profesor de Geografía en la Normal conquense desempeñó como director de la Revista de Escuelas Normales que, como ya hemos tenido ocasión de explicar en alguna ocasión anterior, es el antecedente de la actual Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado.
El papel de aquella publicación es ya suficientemente conocido, pero quizá nunca está de más recordar cosas sabidas. Órgano de expresión del profesorado normalista entre los años 1922 y 1936, se encontró en cabeza del movimiento de renovación pedagógica que habría de provocar un importante desarrollo del sistema educativo ya a partir de 1931 pero a cuya preparación contribuyó, ciertamente, aquella revista en cuyas páginas se difundieron teorías pedagógicas avanzadas, se abrió una tribuna a lo que estaba sucediendo en el resto de Europa y consiguió la colaboración de los más destacados científicos e intelectuales de la epoca, con Cossío, Piaget y Luzuriaga a la cabeza. La sede de la revista tuvo carácter itinerante, vinculada a la residencia de su director y en ese trayecto llegó a Cuenca, cuando entre 1927 y 1929 la dirigió Rodolfo Llopis quien, por otro lado, también ocupó en cierto periodo de su vida la presidencia de la Asociación Nacional del Profesorado Numerario de Escuelas Normales, dando así fe en este otro aspecto de la multiforme actividad de quien en este número es protagonista destacado.
Estas son las coordenadas que explican este número, dedicado a Rodolfo Llopis, ciudadano de Cuenca en un momento clave de su vida e impulsor de la Revista en su primera etapa. Creemos que son motivos más que razonables y oportunos cuando se celebra en Cuenca el X Congreso de Formación del Profesorado, al que nuestra Revista se suma con este número monográfico dedicado a Rodolfo Llopis.
El Consejo de Redacción
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Para complementar este acercamiento a la personalidad de Rodolfo Llopis, a su perfil pedagógico, se puede leer también un interesante artículo de Luis Gómez Llorente (2009). El perfil pedagógico de Rodolfo Llopis. Cultura, 70-80 (pulsar aquí para descargarlo a texto completo).
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